Te doy mis ojos

Acostumbrados como estamos a un cine de efectos especiales ,en el que los personajes se presentan con la cabeza tan vacía como una estación abandonada (con sus sillas cojas, los calendarios antiguos y la bombillas rotas a pedradas) , llama la atención que una película como ésta se preocupe por mostrarnos cuáles son las razones de sus protagonistas. Antes de que alguien pida venganza y caliente la tertulia con el "esto no puede seguir así", Icíar propone una investigación estilo C.S.I., buscando las pruebas y tratando de reconstruir el caso.
Así, con bastante paciencia, Icíar va mostrando esas pruebas : un cuaderno con hojas de colores, una caja envuelta en papel de regalo con dos pendientes, un balón de fútbol en una fiesta de cumpleaños, un cuadro proyectado sobre la pared, una comida junto al río, unas zapatillas, un comentario en una barbacoa, unos impresos de urgencias, una tienda de electrodomésticos o el grito compartido para mandarlo todo a tomar por culo. Con ese trabajo, lo que busca es dejar espacio para que los dos protagonistas , Pilar y Antonio, puedan hablar y contar sus historias antes de que la evidencia del titular de los maltratos los asfixie ,enroscado alrededor de ellos como una serpiente. Después le deja al espectador que sea él el que juzgue y vaya repartiendo entre los protagonistas las distintas etiquetas que se pueden utilizar : machista, enfermo, monstruo, cobarde, acomplejado o desorientado, por poner unos ejemplos.
Al cuidado por los detalles de esa relación hay que añadir la buena elección del momento de ésta que se cuenta. Esa huida nocturna con las zapatillas puestas con la que arranca la película crea un suspense que provoca en el espectador la urgencia por saber más de lo que ha ocurrido en esa casa, de la persona de la que huye, de lo que hasta ese momento ha tenido que aguantar. Y justo donde esperábamos encontrarnos con el tópico, aparece un personaje , Antonio, que busca, en la película y en su vida, encontrar la forma de expresarse
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